viernes, 31 de mayo de 2013

Villa de Enguera

Para este mes, a petición de un amigo y compañero de fotos, la foto elegida ha sido de la ciudad de Enguera.
Para realizar la panorámica he realizado 245 tomas, formando una cuadricula de 49 columnas de 5 fotos, con un braketing de +1EV -1EV, o sea un total de 735 fotos.
En este caso las fotos solapaban unas con otras casi la mitad, dando como resultado que aunque he hecho más fotos, su tamaño total es menor que la anterior del castillo, en total 966 megapíxeles, 68604 pixeles de ancho por 14081 pixeles de alto.
La cámara usada sigue siendo la Olympus E3, con el objetivo 50-200, puesto a 147mm (con el factor 2X de Olympus son 294mm). Las fotos las hice con un diafragma f/8 y a 100 ISO.

Para Ver la foto en su tamaño real, pinchad en ella y os llevara al portal de Gigapan. Una vez en el portal podréis ampliar la foto, también si queréis, podéis, pinchando en “Take Snapshot” destacar una ampliación de la misma.
La villa de Enguera se encuentra situada en el suroeste de la Provincia de Valencia, a 318 metros de altitud. Enclavada en las estribaciones de la sierra a la que da nombre con un extenso término municipal de 24.025 hectáreas. Su territorio se integra en la comarca La Canal de Navarrés, geográficamente en el Macizo del Caroche, formando una zona de transición montañosa entre los sistemas Ibérico y Penibético

Historia:

La existencia de vestigios arqueológicos y, sobre todo, la aparición de unos sílex atípicos en el Llano de Jesús son los elementos indicadores de la más antigua ocupación del término de Enguera por grupos humanos desde el Mesolítico (8000-5000 a.C.). Del Eneolítico final, o quizás de los inicios de la Edad del Bronce (1600 a.C.) son los objetos y restos humanos hallados en la Cueva de la Carrasquilla y en yacimientos como el Castillarejo y la Peña del Tossal. De la Edad del Hierro, representada por la cultura ibérica, se halla enclavado el poblado del Cerro de Lucena, datado entre los siglos III - I a.C., que refleja las características estructuras de hábitat de los íberos así como numerosos utensilios y elementos referenciales de esta cultura (fíbulas, piedras de molino y vasos cerámicos). A partir de la época del emperador Augusto (siglo I a.C.), la romana, la población se fue dispersando por las tierras más llanas del municipio, tal y como ponen de manifiesto los restos de villas romanas hallados en Faracuat y en el Alto de Vistabella. Durante el período de dominación islámica, la villa tuvo un momento de efímero esplendor en el siglo XII d.C., en que en virtud de una de las divisiones administrativas producida en los reinos de Taifas fue convertida en cabeza de un Iqlim, ya que el castillo de Enguera ocupaba una posición clave dentro del dispositivo estratégico-militar de la zona. Además, se debe de hacer hincapié en señalar, la permanencia de importantes vestigios de este período, tanto arqueológicos (el castillo de época almorávide) como topónimos que han quedado reflejados en algunas partidas y caseríos de término municipal (Albalat, Benamil, Benacancil, Benali, Benamil, etc). El paso de la dominación islámica a la cristiana se realizó por el Tratado de Almizra (26 de marzo de 1244), que conllevó la incorporación de la villa a la Corona de Aragón cuyo rey, Jaime I, la cedió a la Orden Militar de Santiago de Uclés, que pese a tener su sede en Castilla, repobló Enguera inicialmente con aragoneses y expulsó a los musulmanes que no quisieron avasallarse. Durante tres siglos y medio, la orden de Santiago mantuvo el señorío sobre la villa hasta que Felipe II en 1569, acosado por las deudas que le causaban las guerras en Europa, obtuvo del Papa Pío V la autorización para venderla con todos sus vasallos, lo que se materializó el 17 de diciembre de 1575 al ser comprada por Bernabé de Borja, miembro de la familia más importante del Renacimiento valenciano. El acontecimiento más relevante del siglo XVIII fue el terremoto de 1748, que en lugar de ser un elemento paralizante de la vida del municipio, posibilitó, tras conseguir una importante ayuda financiera del rey Fernando VI para paliar los daños, iniciar un importante despegue económico fundamentado en las industrias manufactureras de lana, que se mantuvieron como la principal fuente de riqueza durante el siglo XIX y la mayor parte del XX.